Cuenta la leyenda que en un lejano país, hace muchos muchos años, vivió un rey que quiso resolver un debate entre intelectuales, sobre la verdadera lengua original del ser humano: unos
defendían que era el griego, otros el arameo, otros…
Para solucionar este dilema, eligió niños recién nacidos prohibiendo a las madres y nodrizas que
les hablaran y les acariciaran, debiendo limitarse a darles leche y mantenerlos limpios. De esta forma esperaba que arrancaran a hablar por sí mismos la lengua original de la especie humana.
Pero pasado un tiempo, todos los niños murieron, no pudiendo soportar vivir sin las caricias y palabras de amor de sus cuidadores.
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